Tiendo a dejar que mis recuerdos vuelen a otra época. Donde no sabía lo que era la felicidad.
Sabía encontrar caminos fáciles a mis enfimeros problemas. Solía encontrar soluciones en tragos, pastillas y humo.
Y aún así lo que más me gusta recordar es un día en especial. Cuando mencionan cierto pronombre personal. Tiendo dejar a que el pequeño barco de mi imaginación naufrague y choque contra cierto día en especial. Nunca viene a mi aquellos recuerdos posteriores a ese día. Solamente se encuentran perdidos entre salvajes mareas de aguas oscuras.
¿Qué pudo haber pasado para que hoy lo recuerde?
Quizás el aroma a las flores primaverales escondidas bajo la tierra porque aún les da pereza levantarse y mostrarle al sol sus pétalos de colores. Rosa, lila, amarillo, rojo. Y así, darle envidia a la misma belleza de la estrella que eternamente arde en los cielos y solamente podría cambiar su color a sus faces finales de rojo intenso para luego explotar y ser completamente negra. Un hueco negro en el infinito y basto universo. Opaco.
Recordé como se sentía esperar el momento ideal para posar mis labios en los de él. Si ambos no lo deseábamos, ninguno lo obtenía.
Recordé como se sentía el pasto verde bajo mis manos y el sol ardiente en mis mejillas.
Los momentos agridulces que se encontraban bajo las horas a su lado. Quizás porque aquellas horas escondían la verdad, quizás porque odio recordar haber saboteado mi futuro con niñerías.
Quizás para esconder las verdadera cara de la bestia que se escondía bajo la careta de ángel.
El invierno no podría mostrarse más frío y más cruel cuando me besa, abraza.
Podría recordar el no recordar.
Quizás así...podría desaparecer y viajar a la velocidad de la luz.
lunes, 9 de agosto de 2010
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